Una noche, mientras estábamos en casa de mi abuela, mi prima y yo decidimos quedarnos a dormir. Estábamos en la cama charlando, cuando de repente, ambas nos quedamos en silencio. Mi prima me preguntó: “¿Estás viendo eso?” y yo le respondí: “¡Siii!”. Inmediatamente, pegamos un grito tremendo que hizo que mi tía viniera corriendo a la habitación para saber qué nos había pasado.
Le contamos que habíamos visto un par de ojos verdes en el mueble que estaba enfrente de la cama. Mi tía, tratando de calmarnos, nos dijo que allí no había nada y que seguramente había sido una luz que se reflejaba desde afuera, ya que la ventana estaba cerca del mueble y daba a la calle.
A pesar de sus palabras, nosotras no podíamos dormir. La imagen de esos ojos verdes seguía presente en nuestras mentes. Mi tía, viendo nuestro miedo, decidió quedarse con nosotras hasta que finalmente logramos conciliar el sueño.
Esa noche quedó grabada en nuestra memoria como una de las más aterradoras y misteriosas que hemos vivido. A veces, cuando recordamos esa experiencia, nos preguntamos si realmente fue solo un reflejo de luz o si había algo más en esa habitación.
Esta experiencia nos enseñó que, a veces, la suerte puede manifestarse de maneras inesperadas y misteriosas. Aquella noche, la presencia de esos ojos verdes nos hizo sentir una mezcla de miedo y asombro, pero también nos recordó la importancia de mantener la calma y buscar explicaciones racionales. Desafiar la suerte no siempre significa enfrentarse a grandes riesgos; a veces, es simplemente aceptar lo desconocido y aprender a convivir con las sorpresas que la vida nos presenta.
¡Hasta la próxima!
Natalia P.V.