5 de mayo de 2025
Hay una moto. Siempre la misma. Siempre en la misma esquina. Siempre en la acera.
Y no soy Sherlock Holmes, pero con lo observadora que soy, ya podría decirte hasta qué modelo es. Lo curioso no es la moto. Lo curioso es lo que me despierta verla.
Porque sí, confieso: soy de las que sigue las normas. Si hay una línea amarilla, no aparco. Si hay que esperar el semáforo, espero. Si hay que poner ticket, lo pongo. Y claro… ver esa moto todos los días subida a la acera como si fuera la reina del barrio, ¡me remueve!
¡Y encima no le pasa nada! Ni una multa. Ni una advertencia. Ni una rueda inmovilizada con ese aparatejo amarillo tan intimidante. Nada. Ni una mirada de reojo de la policía municipal. ¡Nada!
Y yo… bueno… yo he vivido mis pequeñas incidencias urbanas. Aparcar mal una vez = multa. Aparcar mal dos veces = grúa. Mi coche yéndose sin mí, como en una escena dramática de película francesa.
Y mientras tanto, la moto, ahí, impune, desafiando las normas y la suerte como si supiera algo que yo no.
La verdad es que no tengo intención de hacer nada. No voy a llamar a nadie, no voy a poner un post-it pasivo-agresivo, ni voy a grabar una historia de Instagram. Pero sí me sirve para mirarme. ¿Por qué me molesta tanto? ¿Es la moto… o es la sensación de injusticia? ¿O tal vez mi propia necesidad de control?
Quizás esa moto me recuerda que no todo en la vida tiene lógica, que no siempre gana quien sigue las reglas… y que a veces, los que aparcan en la acera se van de rositas, mientras los que intentamos hacer todo “como se debe” acabamos pagando el pato (o la multa).
Pero bueno, también pienso: ¿Y si un día la suerte cambia? ¿Y si justo cuando crea que la injusticia se ha instalado para siempre… zas, llega la grúa?
O… ¿y si no? ¿Y si simplemente tengo que aprender a convivir con la moto… y con lo que me remueve?
Quién diría que una moto mal aparcada me iba a dar tanto tema. Pero así es la vida: llena de pequeñas esquinas y grandes aprendizajes.
Porque al final… ¿cuántas «motos en la acera» tenemos cada día frente a los ojos? Esas cosas que, sin hacer un daño real, nos tocan la fibra solo porque no siguen las reglas como nosotras.
Quizás no se trata de hacer nada. Solo de observar, respirar… y preguntarnos: ¿Qué me está mostrando esta moto sobre mí? ¿Y qué hago con eso?
Con gratitud,
Natalia P.V.