8 de mayo de 2025
Hoy me voy directa a una emoción que todas sentimos pero pocas reconocemos: la envidia. Esa cosita incómoda que aparece cuando alguien de tu equipo consigue lo que tú también querías, y tú te quedas con cara de «¿y por qué ella sí y yo no?».
La envidia no es exclusiva de entornos laborales, pero en el trabajo parece «brillar» aún más.. La sentimos especialmente entre pares. Raramente envidiamos a quien está muy lejos de nuestra realidad; la envidia se cuece entre quienes comparten pasillo, tareas y cafés. Es como un semáforo: a veces en ámbar, a veces en rojo furia.
Y aunque a veces se disfraza de “envidia sana”, seamos sinceras: no hay verdura que lo suavice. La envidia puede doler y, si no se gestiona bien, intoxicar. Se manifiesta en comentarios sarcásticos, críticas que no construyen y en esa tensión sutil que se palpa sin palabras.
Pero aquí viene el giro: la envidiosa, si no lo reconoce, no puede cambiar nada. Y todas lo somos en algún momento. Así que lo primero es preguntarnos: ¿Qué me duele exactamente? ¿Es la persona o lo que ha conseguido? ¿Qué creo que me falta? ¿Y qué podría hacer yo para acercarme a eso?
La envidia muchas veces viene de compararnos sin tener el mapa completo. No vemos el «bambú bajo tierra»: ese proceso que no se ve pero que hace que, de repente, otra florezca.
¿Qué puede hacer una empresa?
Las organizaciones también tienen su parte. Algunas claves:
- Transparencia: si se comunica el porqué de decisiones como ascensos o reconocimientos, el ambiente se relaja.
- Liderazgo real: líderes que valoren el trabajo de todas las personas, no solo de sus favoritas.
- Cultura de colaboración: menos competir, más compartir. Menos escaleras, más redes.
¿Y tú, qué puedes hacer?
- En vez de competir,colabora.
- En vez de envidiar, admira.
- En vez de cerrarte,conéctate.
Porque la envidia solo se calma cuando volvemos a nuestro centro y tomamos decisiones alineadas con lo que sí queremos construir. Y si la envidia ajena te afecta demasiado, también está bien alejarte, pedir ayuda o plantear una conversación honesta.
Cambia tu mirada… y tal vez descubras que el semáforo solo estaba en rojo porque tú no habías decidido cruzar.
¿Y tú? ¿Cómo gestionas la envidia en tu entorno laboral? ¿Te has pillado alguna vez en rojo?
Con Gratitud,
Natalia P.V.
Puedes escuchar la Sesión Aquí