La vida está llena de sorpresas, algunas más desafiantes que otras. Cuando tenía un año y medio, un accidente inesperado cambió mi vida y la de mi familia para siempre. Una botella de ácido clorhídrico cayó cerca de mí, y desde ese momento, nuestras vidas dieron un giro de 365 grados. Sí, lo sé, ¡un giro completo!
Mientras los niños del colegio iban de vacaciones con sus padres, yo iba con los míos al quirófano. A pesar de las constantes visitas al hospital, logré hacer la etapa escolar con total normalidad, quitando las escapadas al hospital. Estudiaba con mis compañeros y hacía todo con total normalidad, a pesar de tener la carita desfigurada por el ácido y un ojo de diferente color con el que no podía ver.
En la secundaria, cambié de colegio y cuando cumplí dieciséis años, mi padre falleció, dejando a mi madre sola con mi hermana y conmigo. A pesar de esta pérdida, seguimos adelante gracias a la fuerza y determinación de mi madre. Bachillerato lo hice en otro colegio y lo pasé bastante bien. En la facultad, decidí además de estudiar, salir y divertirme. Ya se notaba más la diferencia, sin embargo, sorteaba muy bien los obstáculos. En esa época, decidí no hacerme más operaciones ya que no quería poner en riesgo mi salud para que las demás personas me aceptaran mejor.
Estudié, me gradué, trabajé de lo que había estudiado y me casé. De hecho, viajé a otro continente, me establecí donde estoy ahora y tuve un hijo. Aquí hice un camino largo hasta entender cuál era mi propósito.
Transformando Desafíos en Oportunidades: A lo largo de mi vida, he aprendido que los desafíos pueden ser oportunidades disfrazadas. Cada visita al quirófano, cada mirada curiosa y cada obstáculo en el camino me enseñaron a ser más fuerte y resiliente.
La Actitud lo es todo: La actitud con la que enfrentamos los desafíos marca la diferencia. Decidí no dejar que mi apariencia definiera quién soy. En lugar de buscar la aceptación de los demás a través de más operaciones, opté por aceptar mi apariencia y enfocarme en mi salud y bienestar. Esta decisión me permitió vivir una vida plena y enfocarme en disfrutar de aprender y seguir creciendo. Me levanto una y otra vez. Aprendí que solo hay un camino y es : ¡hacia adelante!
Mi historia es un testimonio de que, a pesar de los desafíos inesperados, es posible vivir una vida plena y significativa. La clave , en mi caso, está en adoptar una actitud proactiva, ver las oportunidades en los desafíos y no dejarme vencer por las circunstancias.
Con gratitud,
Natalia P.V.