Esta historia no es mía, pero cuando la leí me removió y pensé: “esto también nos pasa a muchas personas”.
Habla de un joven que dudaba de sí mismo. Se sentía poca cosa y creía que los demás tampoco veían nada valioso en él. Fue entonces a pedir consejo a un maestro. El maestro, en lugar de darle un sermón, le entregó un anillo y le dijo: “Busca a alguien que sepa decirte cuánto vale esta joya”.
El joven preguntó a varias personas, pero ninguna supo darle un valor justo. Hasta que llegó a un joyero experto, que reconoció al instante que se trataba de una pieza única.
Lo que me inspira esta historia es que, muchas veces, vamos por la vida como ese joven: esperando que cualquiera sepa ver lo que llevamos dentro. Y claro, no siempre lo ven. No porque no exista, sino porque no todo el mundo tiene la mirada preparada para reconocerlo.
Ahí es donde me digo: primero necesito ser yo la que reconozca mi propio valor. Lo que soy, lo que he vivido, lo que puedo aportar. Lo demás, vendrá después.
Quizás cambiar la mirada empiece justamente ahí: en aprender a tratarnos como lo que realmente somos, piezas únicas e irrepetibles.
Y tú, ¿te has parado últimamente a mirar lo valiosa que eres?
Con gratitud,
Natalia P.V.