Dicen que un reloj parado trae mala suerte. Que bloquea la prosperidad, que congela la energía de un lugar de trabajo. Y sí, no falla: cuando las agujas se quedan quietas, siempre hay alguien que comenta medio en broma: “¡ya está, por eso no avanzamos!”.
La superstición no es nueva. En el siglo XIX, cuando tener un reloj era símbolo de estatus, que se detuviera se interpretaba como un presagio de desgracias o de pérdidas económicas. Quizá por eso todavía nos incomoda ver uno colgado en la pared sin moverse, aunque tengamos móviles que nos marcan la hora exacta.
Lo curioso es que un reloj parado acierta dos veces al día. Y ahí está la primera pista de que, tal vez, no sea tan mala suerte: incluso en la quietud, algo sigue en sincronía con la vida.
También puede ser un recordatorio gratuito: cuando el reloj se detiene, nos obliga a mirar. A preguntarnos qué parte de nuestra vida lleva demasiado tiempo en pausa. Y, si queremos, a cambiar la pila, darle cuerda y volver a empezar.
Porque quizá la suerte no está en que el reloj funcione sin fallar, sino en que siempre tenemos la posibilidad de reiniciarlo.
¿Y tú? ¿Tienes algún reloj parado en casa o en tu trabajo?
Si pudieras darle cuerda a un aspecto de tu vida ahora mismo, ¿ cuál sería?
¿Qué proyecto llevas demasiado tiempo “en pausa”?
¿Qué necesitas soltar para que las agujas de tu vida vuelvan a moverse?
Con gratitud,
Natalia P.V.