Buena pregunta…
Porque, si lo miramos bien, casi nada de lo que hacemos es realmente exclusivo. Trabajar, escribir, emprender, cuidar… hay miles de personas haciendo exactamente lo mismo. Entonces, ¿qué nos queda como mérito?
Quizá la respuesta no sea única ni definitiva. Tal vez el mérito esté en la intención con la que lo hacemos. O en la forma. O en el impacto —a veces invisible— que generamos en quienes nos rodean. Puede que incluso esté en cómo atravesamos la “mala suerte” cuando aparece, y en el ingenio con el que le damos la vuelta.
Pensemos en esas viejas supersticiones: romper un espejo, cruzarse con un gato negro, pasar bajo una escalera. El hecho es el mismo para todas, pero la historia cambia según quién lo viva. Para unas, es un desastre; para otras, una anécdota; y para algunas, incluso, una excusa para reírse de sí mismas.
Quizás el mérito esté en eso: en la forma en que transformamos lo común en algo que nos pertenece. O tal vez en algo que aún no hemos descubierto, pero que se revela un poco cada vez que nos atrevemos a mirar distinto.
La suerte, al fin y al cabo, también se esconde en la pregunta, no solo en la respuesta.
Quizá eso sea, en el fondo, lo que significa desafiar la suerte: decidir que el mérito no está en lo que nos pasa, sino en cómo elegimos vivirlo.
¿Dónde dirías que está tu mérito en lo que haces cada día?
Te leo, si te apetece compartirlo.
Con gratitud,
Natalia P.V.