Diciembre tiene un ritmo propio. Fuera, las luces, las listas y las prisas. Dentro, una mezcla de cansancio, nostalgia y ganas de cerrar capítulos para abrir otros. Parece que todo el mundo corre por llegar a alguna meta invisible, como si el año solo se validara por lo conseguido.
Y hay otra forma de terminar el año. Más amable. Más honesta. Una que pasa por darnos permiso: permiso para no poder con todo, para descansar, para hacer balance sin juicio y para sentir que, aunque no hayamos llegado donde esperábamos, seguimos en camino.
El descanso no es una pérdida de tiempo. Es un espacio fértil.
Cuando nos permitimos bajar el ritmo, algo se recoloca dentro. La mente deja de correr detrás de urgencias y empieza a ver con más claridad. Lo que antes parecía un muro se convierte en puerta. Las ideas brotan sin esfuerzo, la creatividad se afina, la intuición se hace más nítida.
Nos han enseñado que solo “haciendo” avanzamos, pero en realidad también avanzamos cuando paramos y nos dosificamos. No somos máquinas; somos cuerpos, emociones, pensamientos y ritmos que necesitan pausas. En la naturaleza nada florece todo el año, y aun así, nada deja de estar vivo.
Quizá este diciembre sea un buen momento para mirarnos con ternura y preguntarnos:
¿Qué necesito soltar para descansar de verdad?
¿Qué parte de mí pide silencio, espacio o cuidado?
Cuidarse no es rendirse. Es prepararse.
Porque desde el descanso nacen los nuevos retos, los proyectos con sentido, las decisiones tomadas sin miedo ni agotamiento. El próximo año no exige que lleguemos perfectas ni renovadas, solo presentes. Con la energía suficiente para seguir el camino, aunque aún no sepamos cuál será exactamente.
Podemos cerrar el año celebrando lo logrado —lo grande y lo pequeño—: esa conversación difícil que tuvimos, ese límite que supimos poner, esa mañana que nos levantamos aunque doliera. Cada uno de esos gestos cuenta. Cada paso, visible o no, también merece celebración.
Así que, si algo podemos permitirnos en este final de año, que sea vivir los días como realmente nos nazca. Sin comparaciones, sin exigencias. Con honestidad y calma.
Y que el próximo año nos encuentre descansadas, creativas y abiertas a lo que venga.
Porque la vida también se construye en los márgenes del descanso.
Y tú, ¿qué permiso te vas a conceder antes de empezar el nuevo año?
¿Qué pequeño logro te gustaría celebrar hoy, sin esperar al 31?
Te leo. Porque compartir también es una forma de descanso.






