¿Dónde están las mujeres de más de 40?
No es una pregunta retórica. Es una grieta social que se abre justo cuando muchas mujeres
empiezan a reconectar con sus propios deseos, después de años dedicados a cuidar a otros,
cumplir mandatos y sostener lo insostenible.
A partir de cierta edad, las mujeres dejamos de ser visibles. No porque dejemos de tener valor,
sino porque los discursos hegemónicos nos empujan fuera del centro: fuera de la pantalla,
fuera del deseo, fuera de la voz pública. Lo que no se nombra, no existe. Y lo que no se
representa, se diluye.
El edadismo , esa forma de discriminación basada en la edad ,se vuelve especialmente cruel
cuando se cruza con el género. A nosotras se nos exige juventud eterna, belleza normativa,
productividad constante. Se nos castiga por envejecer, por no seguir siendo “útiles” según los
ojos ajenos, por dejar de encajar en esa imagen de entrega, fertilidad y docilidad que tanto se
ha idealizado.
Pero ¿ qué pasa cuando decimos basta?
¿Qué ocurre cuando una mujer se mira al espejo a los 50 o 60 años y decide que no va a pedir
permiso para existir, para cuidarse, para desear, para decir «aquí estoy»?
Desde hace un tiempo, estoy investigando y trabajando este tema con especial cuidado,
porque sé ,porque lo escucho en consulta, lo siento en la piel y estoy preparando una
formación sobre ello, que muchas de nosotras necesitamos espacios donde reaprender a
vernos sin juicio. Donde el autocuidado no sea una moda, sino un acto de dignidad. Donde el
deseo no se considere algo que “ya no nos toca”. Donde la experiencia y la madurez no se
vivan como un ocaso, sino como una nueva forma de luz.
El edadismo no es un problema personal, es estructural. Y podemos empezar a cambiarlo con
pequeñas desobediencias: hablando de ello, cuestionando mitos, recuperando nuestra voz,
tejiendo redes entre mujeres. Recordándonos unas a otras que no hemos perdido valor, sino
perspectiva.
Y sobre todo, visibilizamos como mujeres sabias, potentes, deseantes, activas y libres que ya
no aceptan la invisibilización como norma.
Hablando con datos la OMS ya reconoce el edadismo como violencia y es la 3 ° discriminación
más habitual, yo decido decir ,”aquí estoy, con mis arrugas, mis historias y mi fuerza”
Cada vez que una mujer se nombra, se afirma y se cuida sin culpa, está cambiando el mundo.
Seguiremos nombrándolo.
Seguiremos apareciendo, como por ejemplo en Proaktiboa, donde podrás encontrar
emprendedoras y grandes profesionales independientemente de su edad.
Mari Mar Gómez
Integradora social, coach y docente.